Dresde (alemania), la ‘florencia del Elba’

La ciudad alemana de Dresde cuenta con un encantador casco histórico, en el que destacan monumentos como la iglesia de Nuestra Señora (Frauenkirche), el Palacio Real con una de sus fachadas cubierta por un gigantesco mosaico de azulejos de porcelana, la Ópera y, sobre todo, el Palacio Zwinger.

Elena Prieto
Elena Prieto
15 de April · 754 palabras.
x

🕘 Resumen

Dresde, una ciudad alemana completamente reconstruida después de los bombardeos de los Aliados al final de la Segunda Guerra Mundial, ofrece hoy en día la encantadora vista de su casco histórico, donde destacan monumentos como la iglesia de Nuestra Señora (Frauenkirche), el Palacio Real con una fachada cubierta por un mosaico de azulejos de porcelana, la Ópera y, sobre todo, el Palacio Zwinger. A pocos kilómetros se encuentra el impresionante Parque Nacional de la Suiza Sajona, ideal para pasar un día. Nadie podría imaginar, caminando por sus calles y viendo sus edificios, que en febrero de 1945 más de mil bombarderos pesados británicos y americanos lanzaron sobre la ciudad cerca de 4.000 toneladas de bombas, matando a 25.000 de sus habitantes y destruyendo tres cuartos del casco urbano, en especial el centro. Casi medio siglo después, una costosa y minuciosa reconstrucción ha conseguido borrar todas las huellas del desastre y devolverle a Dresde su esplendor. Esta llamada ‘Florencia del Elba’ es un lugar ideal para una escapada, ya que se puede ir en coche desde Berlín (unas dos horas) y desde Praga (tres horas). La ciudad invita a pasear con calma entre sus parques, jardines y edificios barrocos y renacentistas. La gran iglesia de Nuestra Señora es un buen lugar para empezar a conocerla y está coronada por una inmensa cúpula diseñada por George Bähr en el siglo XVIII. Los bombardeos aliados de 1945 la redujeron a escombros, pero más de diez años de trabajos y una inversión de 125 millones de euros, financiados en gran parte por donantes de todo el mundo, han permitido volver a levantar el templo y otros edificios de la ciudad.
Completamente reconstruida tras quedar arrasada por los bombardeos de los aliados al final de la Segunda Guerra Mundial, la ciudad alemana de Dresde ofrece en la actualidad al visitante un encantador casco histórico, en el que destacan monumentos como la iglesia de Nuestra Señora (Frauenkirche), el Palacio Real con una de sus fachadas cubierta por un gigantesco mosaico de azulejos de porcelana, la Ópera y, sobre todo, el Palacio Zwinger. Además, a pocos kilómetros de ella se encuentra el impresionante Parque Nacional de la Suiza Sajona, ideal para pasar el día.
Caminando por sus calles y viendo sus edificios, nadie podría imaginar que en febrero de 1945 más de mil bombarderos pesados británicos y americanos lanzaron sobre la ciudad cerca de 4.000 toneladas de bombas explosivas y dispositivos incendiarios, que mataron a 25.000 de sus habitantes y dejaron destruidas tres cuartas partes del casco urbano, en especial el centro.
Casi medio siglo después, una costosísima y minuciosa reconstrucción ha conseguido borrar todas las huellas del desastre y devolver su esplendor a la llamada ‘Florencia del Elba’. Su aristocrático casco histórico y el espectacular entorno natural en el que se encuentra hacen de Dresde un lugar ideal para hacer una escapada. Desde España sólo hay vuelos directos a la capital del estado de Sajonia desde Palma de Mallorca, pero se puede ir a ella en coche desde Berlín (unas dos horas) y desde Praga (tres horas).
Atravesada por un inmenso río y con profusión de parques, jardines y edificios barrocos y renacentistas, la ciudad invita a pasear con calma y sin mirar el reloj. Un buen lugar para empezar a conocerla es la gran iglesia de Nuestra Señora (Frauenkirche), coronada por una inmensa cúpula, diseñada por George Bähr en el siglo XVIII y obra maestra del Barroco. Los bombardeos aliados de 1945 la redujeron a escombros, pero más de diez años de trabajos y una inversión de 125 millones de euros, financiados en gran parte por donantes de todo el mundo, han permitido volver a levantar el templo.
A pocos metros de la Frauenkirche se encuentra un gran palacio renacentista formado por varios edificios y que fue la residencia de los reyes de Sajonia. Todos los monarcas de la casa de Wettin entre los años 1123 y 1906 están representados en un gigantesco mosaico de porcelana de 102 metros de largo que decora una de las fachadas del palacio, denominado la ‘Procesión de los Príncipes’.
Muy cerca de allí aparece el edificio la Ópera, también de estilo renacentista, construido a finales del siglo XIX y con una bella fachada en semicírculo. Está considerada una de las grandes óperas del mundo por su alta calidad acústica y artística, y ha acogido grandes eventos musicales como estrenos de obras de Wagner.
Junto a ella se encuentra el gran Palacio Zwinger, un complejo barroco levantado entre los siglos XVII y XVIII que combina a la perfección la arquitectura, la decoración escultórica y los espacios verdes. En él que destacan la puerta de la Corona, los pabellones de la Muralla y del Carrillón, el conjunto escultórico del Baño de las Ninfas y las galerías que rodean su gran explanada central, donde se celebraban siglos atrás elegantes fiestas y torneos.
En la actualidad alberga cuatro museos: uno con la colección de porcelanas más grande del mundo, otro dedicado a instrumentos matemáticos y físicos, un tercero con una armería con cerca de mil piezas de varios siglos y, por último, la Galería de Viejos Maestros, donde se exhiben cuadros como la famosa ‘Madonna Sixtina’ de Rafael o el autorretrato de Rembrandt con su mujer Saskia, junto a obras de Rubens, Vermeer, Velázquez, Canaletto, Botticelli, Tiziano o El Greco, entre otros.
La visita a esta tranquila y hermosa ciudad tiene un complemento perfecto en la cercana región de la Suiza Sajona, junto a la frontera con la República Checa, que cuenta con un Parque Nacional que se extiende por más de 36.000 hectáreas en las que el río ha dibujado paisajes sorprendentes y caprichosas formas, ideal para hacer senderismo, además de numerosos castillos.
La mejor panorámica del Parque Nacional la ofrece el Mirador de Bastei (el Bastión), una llamativa formación rocosa colgada casi 200 metros por encima del Elba, con un bello puente de piedra construido 1851 y con pasarelas metálicas por las que desplazarse entre las rocas. Eso sí, no es nada recomendable para las personas que tengan vértigo.

Viajar es mi pasión. Si quieres saber más de mis aventuras, visita este mi web.

Comparte tu conocimiento y tus intereses con el mundo.

Publica un artículo →