Hablar Bien en Publico

Claves fundamentales para hablar bien en publico. reflexiones y consejos. El profesor German Diaz Sossa, premios Mundiales Rey de España y Ortega y Gasset, dicta talleres sobre este tema hace 25 años.

Diaz Sossa
Diaz Sossa
14 de January · 2593 palabras.
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🕘 Resumen

El libro "Así se habla en público" del autor Germán Díaz Sossa, es una herramienta intelectual práctica para aquellos que quieren ejercer el dominio sobre los grupos mediante la comunicación. El libro está enfocado en analizar detalladamente el proceso de hablar en público y formular recomendaciones concretas sobre cómo hacerlo. La preparación del libro incluyó entrevistas con expertos de diferentes países, especializados en la psicología del comunicador, manejo del idioma, fortalecimiento de la memoria, imagen, manejo y cuidado de la voz, entre otros aspectos. Según el autor, muchas personas se asustan, tiemblan, se les seca la boca y tienen taquicardia cuando intentan hablar frente a un grupo. El miedo a comunicar de pie, frente a un grupo, ha llevado a algunos estudiantes a perder oportunidades y materias en la universidad. El libro proporciona consejos útiles para vencer este temor, ser capaces de pensar y hablar con fluidez, y transmitir ideas de manera efectiva a los demás. Este libro es una valiosa herramienta para aquellos que quieren ser más eficientes en su comunicación oral y aprender a hablar en público de manera efectiva. La base teórica y práctica utilizada para su elaboración lo convierte en un recurso interesante para aquellos que buscan mejorar sus habilidades orales en una variedad de situaciones profesionales y personales.
EDICIÓN ACTUALIZADA DEL LIBRO ASI SE HABLA EN PUBLICO DE GERMAN DIAZ SOSSA.

POR GERMÁN DÍAZ SOSSA.
REMIOS MUNDIALES REY DE ESPAÑA Y ORTEGA Y GASSET. FELICITACIÓN Y MENCIÓN ESPECIAL DE LA SOCIEDAD GENERAL DE AUTORES DE ESPAÑA. EMAILS Y DATOS DEL AUTOR. [email protected]; [email protected]; [email protected] TELEFONOS EN BOGOTA, COLOMBIA: 313—2562009--315-3559780---300-37972568

PRIMERAS CONSIDERACIONES

Para pararse a hablar frente a un grupo no se necesita ser valiente sino tener el dominio de unas técnicas y de uno mismo. En este libro vamos a analizar detalladamente el proceso y a formular recomendaciones concretas y prácticas. Usted recibirá todos los elementos que necesita para ejercer dominio sobre los grupos mediante la comunicación. Está en sus manos una extraordinaria herramienta intelectual y tengo la certeza de que todas sus dudas sobre el tema serán despejadas.
Para la preparación de este libro, se entrevistaron oradores, profesores con amplia experiencia y personas que pudieran analizar a quienes comunican frente a los grupos. Las entrevistas fueron realizadas con expertos en los Estados Unidos, Colombia, Argentina, México, España, Chile, Guatemala, Honduras, El Salvador, Costa Rica, Panamá y otras naciones. Así mismo, consultamos a profesionales especializados en la psicología del comunicador, el manejo del idioma, el fortalecimiento de la memoria, imagen, el manejo y el cuidado de la voz, etc.
Centenares de personas han dicho al autor que cuando pretenden hablar frente a un grupo, hablar de pie, pensar de pie, se asustan, tiemblan, se les seca la boca, les da taquicardia, no pueden razonar con fluidez, concentrarse y muchas veces olvidan lo que iban a decir. La mayoría dicen con nostalgia que de sus manos se han escapado grandes oportunidades por no haber sido capaces de vencer su miedo a comunicar de pie, frente a un grupo. Sé de estudiantes que perdieron materias en la universidad porque se negaron sistemáticamente a pararse a exponer sus ideas. No fueron capaces de hacerlo. Otros pierden ascensos que les significarían mucho en su profesión, en su proyección, económicamente, por su incapacidad para hablar bien en público. Y esto ocurre en el mundo entero. José Manuel Paredes, del Instituto Carnegie de Panamá, indica que “creo que el arte de hablar en público se desarrolla. En mi opinión, todos tenemos capacidad para lograrlo. Se requiere algo de disciplina, algo de esfuerzo personal, algo de interés. Hay que lanzarse al agua. Encontré esta maravillosa frase en un libro que se llama Despierta y Vive: Actúa como si fuera imposible fracasar y triunfarás”. Por su parte, Rony Galdámez Carías, del Instituto Carnegie de El Salvador, señala que “hay que tener una actitud positiva frente al reto de hablar en público. Hay que querer hacerlo y hacerlo bien. Si tiene conocimiento de su tema, si sabe cómo desarrollará la conferencia, si domina el tema, lo demás es afinar la puntería con algunos detalles. Se necesita mucha práctica para lograr habilidad”. Zenaida Orozco y Jaime Girón Peltier del Instituto Carnegie de México, apoyan: “Todos tenemos habilidades para hablar frente a los grupos, pero se necesita capacitación y, luego, mucha práctica. Nunca digamos no antes de intentarlo. Todo está en nuestra mente”.
Antonio Fernández Manzano, de España, señala que “la gente tiene el potencial, pero se deben capacitar para desarrollarlo. Primero hay que saber qué hacer y luego dedicarse a practicar. Habrá unos mejores que otros, pero pienso que cualquier persona se puede convertir en conferencista si se prepara, practica y habla de lo que sabe”.
Por fortuna, en este libro usted encontrará lo que debe y lo que no debe hacer frente a un grupo, para convencerlo, para entusiasmarlo, para venderle sus ideas. Por fortuna, también, se cuentan por millares las empresas en el mundo que, conscientes de la imperiosa necesidad de que sus ejecutivos comuniquen mejor, contratan este tipo de seminarios talleres. El autor de este libro dicta sus seminarios en muchos países de habla hispana.
Decenas de personas me han dicho que, al no hablar bien en público, “se perdió la oportunidad”. Y yo pienso: “Quédese tranquilo que las oportunidades nunca se pierden. Siempre las agarra otro. Usted las dejó pasar, pero otro las tomó”.
Grandes oportunidades, seguramente, han pasado por su lado, han seguido derecho por su dificultad para comunicar. Este libro será ilustrado con experiencias reales, verdaderas, que dejarán mensajes muy claros. Igualmente y a propósito repetiremos, con distintas o con las mismas palabras, los conceptos absolutamente fundamentales sobre la comunicación frente a grupos. Varios publicistas entrevistados, entre ellos Juan Carlos Contreras, de Mc Cann Erickson, indican que para que un mensaje sea recordado por una persona, es importante repetírselo, por lo menos ocho veces. “Ciertamente, si se desea que se recuerde, hay que repetir un buen número de veces”, precisó, por su lado, Alberto Villar Borda, gerente de Mc Cann Erickson, una de las agencias de publicidad más grandes e importantes del mundo.
En el caso específico de la publicidad radial, los profesionales consultados dijeron que a un cliente le recomendarían repetir su mensaje por lo menos seis veces diarias durante dos semanas, si desea que lo recuerden. Sin embargo, hay muchos conferencistas que, en razón de que dominan su tema al derecho y al revés, creen que son entendidos perfectamente con una sola mención de un concepto. Esto se encuentra muy alejado de la realidad.
En este libro, pues, vamos a reiterar los conceptos fundamentales, para dejar perfectamente claro lo que es pertinente hacer para ganar confianza y hablar con éxito frente a grupos. Igualmente, el autor aprovechará algunas coyunturas para formular reflexiones y compartir lecciones y experiencias que le ha dejado la vida. Ojalá le sirvan. Pido a mi Poder Superior que así sea.
Este libro será ilustrado con gran cantidad de casos reales ocurridos en muchos lugares del mundo. La siguiente es la historia de un ingeniero civil que estuvo en el Seminario Así se Habla en Público que dirige el autor. Todo ocurrió exactamente como se narra, pero hemos determinado cambiar su nombre. Lo llamaremos el doctor Aurelio Fernández. El doctor Fernández trabajaba como director administrativo de una compañía de construcción. Era la persona que más laboraba en esa empresa. Establecía dónde había lotes en venta, entraba en contacto con sus propietarios, realizaba estudios de factibilidad para proyectos de vivienda, trazaba políticas de ventas y de precios, etcétera. Sólo había algo que no ejecutaba: exponer.
Cuando toda la información había sido recopilada, cuando estaba listo el proyecto y hasta las maquetas habían sido elaboradas, sus compañeros lo felicitaban, le informaban la fecha de la reunión de Junta Directiva en la cual se debía presentar el plan y lo invitaban a que lo hiciera. Y él siempre respondía lo mismo:
--¿Yo? ¿Hacer el ridículo, yo? No. Exponga usted.
Y, claro, sus compañeros jamás perdían estas oportunidades de oro, maravillosas. La ocasión les era servida en bandeja por Aurelio.
El expositor delegado, frente a la Junta Directiva, decía cosas como estas: “Logramos establecer que hay un lote con las siguientes características en este sitio. Hicimos un estudio de factibilidad y establecimos que se puede desarrollar un proyecto con tales y tales especificaciones. Nosotros pensamos que los precios de venta pueden oscilar entre esta y esta cifra”.
Al final, el expositor recibía un gran aplauso. Y muchas veces hasta un ascenso.
--¿Aurelio Fernández tiene algo que anotar? --preguntaba el presidente de la Junta Directiva. Y Fernández, arrinconado, agachado, apocado, respondía:
--No señor.
--Está bien--indicaba el directivo--. Se acabó la reunión. Excelente proyecto y excelente exposición. ¡A ver ese aplauso para nuestro investigador y expositor!
Y pensar que prácticamente todo el trabajo lo había hecho Aurelio.
Pero un día las cosas cambiaron. Fernández determinó tomar el curso de Así se Habla en Público. Sufría, en verdad, grandes dificultades. Era inseguro y dudaba de sus capacidades. Además, era autocrítico en exceso. Pero, y eso lo aceptaban sus propios compañeros, era un excelente trabajador. Lucía temeroso, apocado, pero, definitivamente, se empleaba al máximo en su labor.
El señor Fernández, al igual que todos los alumnos, participó en unas dinámicas con las que arrancamos de las personas el temor al ridículo. Se trata de dinámicas fuertes, pero efectivas. De procedimientos incómodos, pero que aportan resultados contundentes. Siempre he creído que sin dolor no hay recuperación. También sé que el ser humano, muchas veces, crece más con la adversidad que con el éxito. Es más: hay éxitos que pueden arruinar y hasta acabar la existencia de las personas.
En una oportunidad leí una entrevista realizada a un cantante internacional, líder de un grupo de rock, quien comentaba la prematura muerte de un colega que saltó al estrellato con su primer disco. El entrevistado había superado graves problemas de drogadicción y alcoholismo. Y formuló un comentario contundente, lleno de verdad y sabiduría: “Si nosotros hubiéramos triunfado con nuestro primer tema, ya todos estaríamos muertos también”. Muchas veces, el éxito tumba, acaba más gente que el fracaso. Hay reveses que nos sirven, si se afronta adecuadamente la coyuntura. Frente a un hecho adverso, uno no debería preguntarse por qué, sino para qué pasa esto. La pregunta es parecida pero distinta. Cuando a una persona que no está preparada para recibirlo, le llega el éxito, ya sea con un triunfo deportivo, poder, millones de dólares mal habidos, etc., ese éxito puede derrumbarlo y hasta eliminarlo. El poder excesivo y repentino enloquece. Hay centenares de deportistas y millones de personas en el mundo entero que certifican esta afirmación: Por fortuna la vida, las más de las veces, se encarga de enderezarnos, cuando la prepotencia, el orgullo, la falta de humildad, nos sacan del camino.
Unamuno decía que “un pedante es un estúpido adulterado por el estudio” y John Gardner reflexionaba en los siguientes términos: “Un plomero excelente es infinitamente más admirable que un filósofo incompetente. La sociedad que desdeña la excelencia de un plomero porque su oficio es humilde, y tolera a los filósofos chapuceros porque la filosofía es una actividad excelsa, no tendrá ni buena plomería ni buena filosofía”.
Hay presuntos éxitos que no sólo nos hacen creer mucho mejores que los demás, lo cual no sería tan grave, sino que, aprovechando esa presunta superioridad, hay quienes pisotean a sus semejantes de una manera injusta y absurda. Por fortuna, el cambio, la transformación, el llanto y el crecimiento espiritual, llegan cuando la vida nos golpea y nos devuelve al piso, de donde nunca nos hemos debido separar para elevarnos izados por la prepotencia. Lo único que lo hará a usted más grande que otro es la humildad. Siempre he pensado, reitero, que el ser humano, las más de las veces, crece más con el fracaso que con el éxito. Las adversidades fortalecen el alma y nos hacen crecer espiritualmente.
Pero volvamos con el señor Fernández, luego de estas reflexiones que, repito, serán frecuentes en estas páginas.
El señor Fernández realizó varias exposiciones. Le formulamos las observaciones pertinentes y descubrió algo maravilloso: que sí era capaz de pararse frente a un grupo y hablar. Todo esto lo consiguió durante nuestro seminario. Hizo exposiciones realmente buenas. Estuvo inmerso en el proceso durante varios días y al final aceptó que “me siento una persona diferente; ahora sé que soy capaz”.
“Es cierto aquello de que nadie da tanto como quien da esperanza”, pensé aquel día. Y siento lo mismo en cada uno de mis seminarios.
Luego de algunas semanas, nuestro director administrativo, el señor Fernández, se comunicó con el autor de este libro y con voz emocionada le dijo:
--¿Me recuerda? Soy Aurelio Fernández. Estoy feliz y lo llamo para compartirle mi alegría. Cuando decidí tomar el seminario, era director administrativo de mi empresa. Hoy fui nombrado gerente administrativo y financiero. Digo que nací el 4 de marzo y que mi papá se llama Germán Díaz Sossa.
¿Qué fue lo que pasó con el señor Fernández? ¡Que habló! Terminado el seminario, continuó haciendo el trabajo intenso de siempre. Pero a la primera oportunidad expuso un proyecto ante las directivas. Lo hizo con entusiasmo, brío y confianza. Y luego realizó otras exposiciones. Fue acumulando experiencias positivas y mejoraba sustancialmente exposición tras exposición. Un día cualquiera, renunció el gerente financiero y administrativo de la firma. Se reunió la Junta Directiva, se estudiaron nombres del posible sucesor y fue escogido el señor Fernández, quien desde mucho tiempo atrás merecía esa oportunidad, sólo que sus superiores no lo sabían. Siempre he creído que quien no comunica es como si no existiera. Y quien no comunica bien, no administra, no se relaciona ni vende bien.
Si tuviera posibilidad de delegar puestos de importancia en una compañía, los pondría en manos de personas que muestren liderazgo, arrojo, confianza. Y si hay algo que de don de mando en poco tiempo es una comunicación adecuada.
Millares de personas que han pasado por los cursos del autor expresan el deseo de perder el miedo a los auditorios, hablar con seguridad, realizar exposiciones coherentes. Quieren convencer a su auditorio, venderle sus ideas.
Pienso que todas las personas, si se dejan guiar por un experto, pueden desarrollar habilidad para hablar frente a grupos. Es algo que he visto en centenares de seminarios, dictados en muchos países. Los conferencistas no nacen. Se hacen.
Y cuando pueden hacerlo, se convierten en verdaderos ganadores. Si algo da satisfacciones de todo tipo, es poder hablar frente a un público y lograr que, al término de una intervención, el auditorio piense como el autor del discurso. La satisfacción es inmensa. Es de las más grandes que puede vivenciar un ser humano.
Uno sabe, a puro ojo, cuáles son los estudiantes que desarrollarán más confianza y habilidad para comunicar frente a grupos. Los que más avanzan son los que tienen una ferviente necesidad y el deseo de salir adelante en esta área. Se les notan la atención, las ganas, el deseo de superar ese miedo absurdo que paraliza a quienes, por falta de experiencia, prácticamente no pueden comunicar frente a un auditorio.
De lo que se trata es de intentarlo. La persona descubre, casi con asombro, que sí es capaz de hacer aquello que tanto temía, eso de lo que tanto había huido. En nuestros seminarios no sólo damos información, técnicas, teorías sobre comunicación, sino que le despejamos a los asistentes las barreras que ellos mismos se han creado y que los paralizan a la hora de hablar parados. Hay personas que me dicen: “Yo, cuando estoy sentado, reflexiono perfectamente sobre un tema que conozco, tengo argumentos interesantes, puedo hacer aportes valiosos y los hago. Pero cuando me dicen que me pare y repita lo que he dicho, me paralizo, todo se me olvida, comienzo a sudar, a temblar, me da taquicardia y no puedo, prácticamente, ni abrir la boca. Esto es supremamente raro”.
Realmente--les digo yo--no es nada raro. Y argumento que las personas, cuando están sentadas, piensan, hablan, reflexionan, discuten, con gran solvencia, por una sencilla razón: tienen gran práctica en hablar sentadas. En cambio, cuando se ponen de pie, quedan en un estadio completamente diferente. No están acostumbradas a reflexionar ni a hablar paradas. Y es por eso que se desencadenan todas esas reacciones indeseables.

PROFESOR GERMAN DIAZ SOSSA. ganador de los premios Mundiales Rey de España, y Ortega y Gasset. Autor de cinco libros, entre ellos ASI SE HABLA EN PUBLICO.  CONTACTO: [email protected]; [email protected]  TELEFONOS MOVILES EN BOGOTA, COLOMBIA: 315-3559780. 313-2562009. 300-3797258.

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