Relaciones Interpersonales Conflictivas: Practique la Pausa

El carácter de las relaciones interpersonales determina la forma en que el ser humano se inscribe y se desarrolla en su medio social; su importancia es fundamental para calificar el desenvolvimiento de las personas en su tránsito por la vida.

Carlos Nava Condarco
Carlos Nava Condarco
27 de September · 2172 palabras.
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🕘 Resumen

El artículo sostiene que las habilidades de carácter social son necesarias para el desenvolvimiento de las personas, tanto en el ámbito personal como en el profesional. Se diferencian tres tipos de relaciones interpersonales: satisfactorias, intrascendentes y conflictivas, y se señala que el resultado final se evalúa en función de ellas. Las relaciones satisfactorias son aquellas en las que se maximiza el carácter positivo de los resultados. Las relaciones intrascendentes no son productivas y requieren de esfuerzos para convertirlas en beneficiosas. Por último, las relaciones conflictivas son un serio problema, ya que actúan profundamente sobre la persona y la desestabilizan. Incluso un pequeño número de ellas puede desvirtuar el resto de las relaciones satisfactorias. Se concluye que el ser humano es incapaz de generar relaciones satisfactorias, intrascendentes y conflictivas simultáneamente de forma constante, por lo que es importante tener conciencia de ellas para llevar una vida plena y exitosa. En conclusión, fomentar habilidades de carácter social es fundamental para tener relaciones interpersonales satisfactorias.
Las “habilidades” de carácter social no forman parte del virtuosismo de las personas, son un requisito indispensable de desenvolvimiento.

El medio social es el entorno primario del ser humano porque prevalece, incluso, sobre el medio ambiente natural. La capacidad de desempeño “en sociedad” define la calidad de vida personal y profesional de los individuos.

Las relaciones interpersonales puede ser de tres tipos: relaciones satisfactorias, intrascendentes o conflictivas. Si bien existe una gradación evidente en la escala, el resultado final tiene como parámetro de evaluación alguna de estas tres formas.
Las relaciones personales satisfactorias se pueden medir en términos de su beneficio; en ellas solo cabe maximizar el carácter positivo de los resultados. Este es un tipo de relación que en el peor de los casos debe conservarse y en el mejor, desarrollarse.

La diferenciación entre las personas que esencialmente sostienen relaciones interpersonales satisfactorias radica en la calidad del resultado que emerge de ellas. Las relaciones personales intrascendentes constituyen un motivo de alarma principalmente porque no son productivas y en ellas deben invertirse esfuerzos para colocarlas progresivamente entre las que otorgan beneficio. Las relaciones personales conflictivas constituyen, sin embargo, un serio problema.

Las personas pueden tener un conjunto importante de relaciones personales satisfactorias o incluso intrascendentes y considerarse por efecto de ello en una situación adecuada, pero incluso un número pequeño de relaciones conflictivas puede desvirtuar todo. La razón de este hecho es básicamente simple: el conflicto actúa profundamente sobre la persona y la desestabiliza desde sus fundamentos. Y esta persona, que es la misma que sostiene por otro lado relaciones satisfactorias, traslada los efectos del conflicto a otras dimensiones de su quehacer social.

El ser humano es una entidad, y aunque tiene una capacidad importante para procesar estímulos diferentes y proporcionar respuestas diferentes, es naturalmente incapaz de generar “compartimentos estancos” que condicionen distintos tipos de conductas de acuerdo al entorno o a la situación que enfrente. Un hombre que tiene conflictos en determinado ámbito de su vida los traslada a otro ámbito en mayor o menor medida. La discriminación perfecta de los hechos no existe de la misma forma que el ser humano perfecto tampoco existe.

Ese “hombre de los sombreros” que actúa con absoluta propiedad dependiendo de la situación o de las personas entre las que se encuentre, forma parte de los postulados ideales que la teoría está obligada a sostener para generar una práctica eficiente. Y en tanto que los parámetros ideales constituyen metas que siempre están por conquistar, los resultados prácticos son diferentes: el hombre que enfrenta conflictos traslada sus consecuencias, en menor o mayor grado, a otros ámbitos de su vida.

Las relaciones personales conflictivas afectan las relaciones satisfactorias porque condicionan el estado emocional del hombre que en ambos casos es su protagonista.
¿Cómo se identifica una relación personal conflictiva?

Hay diferencias sustanciales entre estas últimas y otras que pueden clasificarse como difíciles, inestables, cambiantes, etc. Las relaciones interpersonales conflictivas tienen efectos negativos sobre las personas, atentan su estabilidad emocional y condicionan respuestas y estados de ánimo por periodos importantes de tiempo. La persona cambia, sus valores se erosionan.

Por otra parte las relaciones interpersonales conflictivas tienen un ingrediente adicional: existe en ellas otra persona (o un grupo de ellas) que actúa en términos de afectar premeditadamente al semejante, porque en última instancia estas relaciones conflictivas se fundamentan en los antagonismos. Si habitualmente la vida presenta adversidades, en el caso de estas relaciones ellas se “construyen” para dañar al otro. Y si la mayoría de las veces las adversidades que presenta la vida responden a un carácter aleatorio, aquí son planificadas. Los protagonistas de este tipo de relaciones mantienen situaciones hostiles que lesionan abiertamente.

Es por supuesto imposible suponer que estas relaciones no se presenten en la vida, pero es importante actuar de manera que el grado de conflictividad que provoquen no llegue a extremos peligrosos y se propicie un rápido ordenamiento para llevarlas a escenarios controlables.

La medida preventiva fundamental es una que cabe practicar el momento preciso en que una relación corre riesgo de convertirse en un problema. La conflictividad en las relaciones tiene habitualmente un génesis y éste se remite a un momento preciso de la interacción entre las personas. Existe un acto o una palabra que condiciona el grado que el conflicto alcanzará luego.

La forma en la que se trate este “punto de quiebre” en una relación determinará el “ángulo” de la pendiente que esta tome: desde un proceso relativamente natural de deterioro hasta un vertiginoso desplome. El carácter de la pendiente se establece el momento mismo del quiebre. Poco puede hacerse después y esto a costa de muchísimo esfuerzo.

Es algo bastante natural que las relaciones interpersonales se deterioren o concluyan, pero es recomendable evitar que lleguen a puntos dramáticos, de forma que la propia labor de controlar sus efectos o cambiar su estado en el tiempo termine siendo una labor más sencilla.
Todo esto depende de lo que suceda “ése” momento crucial y definitivo que enfrentan las relaciones personales en determinadas coyunturas.

Ahora bien, “ése” momento, ese “punto de quiebre” tiene particularidades propias:
• Puede presentarse de manera inesperada
• No está bajo control de nadie
• Tiene incorporadas dosis elevadas de emotividad
Esta es una combinación altamente peligrosa de elementos.Por otra parte a “ése” momento crucial llegan dos personas, dos seres humanos provistos de una compleja ingeniería de emociones y de circunstancias. Son dos universos que se encuentran, cada uno completo en sí mismo. Y en el centro de estos dos universos dos egos como elementos motrices, como gobernantes de ésa compleja totalidad.

Y en tanto que las circunstancias difíciles o conflictivas constituyen el material explosivo, el ego de las personas es el detonante definitivo. El ego es el factor más sensible de la ecuación. Las personas se entienden en términos del “yo”, y cuando calculan que éste se encuentra amenazado reaccionan en un nivel instintivo muy difícil de controlar. Cuando se trata de un ego hipotéticamente lastimado el hombre se “desconecta” con mayor facilidad de sus fuentes de raciocinio y actúa por impulso, activando ese sentimiento básico de “autoprotección” o de “supervivencia” que tanto nos acerca a los animales más elementales. El ego profundo de las personas difícilmente otorga algo, habitualmente quiere dominar, al sentirse herido o amenazado reacciona compulsivamente y dado que habitualmente se encuentra “atrincherado” entre los elementos “relativamente controlados” de su entorno, ésta reacción es desproporcionada en relación a sus causas.

El ego puede convertirse en un enemigo despiadado de uno mismo, habitualmente es motivo de una cantidad importante de las dificultades y de los problemas que enfrentamos en la vida, principalmente los relacionados a nuestro desenvolvimiento social. Los hombres Grandes han triunfado primero y fundamentalmente sobre su “yo”, por eso tienen un ego pequeño, esencialmente humilde y tendiente a ofrecerse a los demás. Sin embargo el “hombre pequeño” se sujeta a un ego grande como un náufrago en alta mar a su tabla de salvación. El hombre Grande tiene un ego firme pero elástico, sabe quién ES más allá de sus circunstancias. Ante la adversidad o el ataque su ego se flexibiliza para soportar el golpe y luego retoma progresivamente su estado original, sin haber quebrado nada propio y nada ajeno.

La vida no es una competencia de “egos”, la vida es como un torneo en el que precisamente se miden las competencias de las personas, los frutos de cada una determinan la situación y la posición de cada quién. La interacción entre egos no debe nunca considerarse una batalla, es sólo parte de una inexorable dinámica que presenta la vida social del ser humano. La persona segura de sí misma no considera nunca que su ego se encuentre amenazado como producto de relaciones interpersonales difíciles; el “yo” es algo interno y se encuentra perfectamente aislado de cualquier elemento externo, nada puede alcanzarlo “desde afuera” a no ser que la propia persona franquee la entrada. Ante las situaciones más difíciles y extremas que nos sea posible imaginar los hombres Grandes han mantenido un “yo” intacto, lo han hecho ante las más salvajes humillaciones, ante grotescas torturas y en el umbral mismo de su muerte provocada por otras personas.

¿Por qué debemos ser nosotros tan sensibles con nuestros egos? ¿Dónde se encuentra nuestra grandeza?

Al “punto de quiebre” en las relaciones interpersonales muchas veces se llega por efecto de egos que se sienten lastimados. Allí radican en repetidas ocasiones los efectos más graves.

La respuesta adecuada a la situación debe establecerse ése preciso momento, allí mismo, en el génesis de la relación interpersonal afectada, en el instante vital en que emerge el punto de inflexión. Esta reacción apropiada protege el ego propio y conduce a una pendiente menos aguda en el desenlace del conflicto. Esta reacción posibilita también que en un momento posterior sea la razón la que tome gobierno de la relación y desde allí se consiga, al menos, transformar una relación conflictiva en una relación intrascendente. Y lo más importante: el ejercicio permanente de este tipo de reacción construye un ego flexible, perfectamente dotado para enfrentar la vida con mayor propiedad.

La respuesta que debe darse en el momento más crítico del conflicto que existe con otra persona consiste en establecer una profunda y prolongada PAUSA en la interacción. Una PAUSA determinante, un silencio total, un completo “no hacer nada”. Lo esencial es NO REACCIONAR, de ninguna manera (ni bien ni mal), solamente detener todo. Este momento es vital, en la misma forma que es vital una bocanada de aire fresco para quién se encuentra en medio de humo denso. Una PAUSA Mental, una PAUSA Física, un momento de “suspensión” y de absoluta levedad.

Este momento condicionará el carácter que tome la relación hacia adelante. Este momento es el que pone “marca y sello” al conflicto. La PAUSA le quita combustible a la hoguera, reduce el ímpetu de las energías adversas, pero sobre todo le brinda una oportunidad a la razón. Y esto es todo lo que el hombre inteligente precisa: la posibilidad de hacer prevalecer la razón para tratar un conflicto.

Esta PAUSA no es ninguna muestra de debilidad porque permite activar luego una sólida respuesta, una que emerge del cerebro y no del estómago. Esta PAUSA no otorga nada, no cede nada, no debilita nada, ¡todo lo contrario!, permite fortalecer una respuesta posterior, un futuro argumento. El ego propio, entre que elástico y flexible, soporta el golpe y se repliega, pero al mismo tiempo toma energía para volver con ventaja al punto de partida, en la misma forma en que lo hace el elástico de una onda, contrayéndose para tomar energía y expulsar el proyectil. Nada hay más sólido que un cuerpo flexible.

La naturaleza y la dinámica de los conflictos (mucho mas entre personas), es obviamente más compleja, pero el ejercicio sencillo de esta recomendación la simplifica enormemente. ¡Es sólo cuestión de comprobarlo!

En un conflicto con otra persona NO REACCIONE NUNCA sin la posibilidad de haber meditado básicamente la respuesta, menos aún si el ataque es fuerte. Establezca la PAUSA (de la mejor forma que se le pueda ocurrir) y luego juegue la partida con el control y dominio de los movimientos.
Esta PAUSA es una representación de Poder, mecánicamente idéntico al que tenemos en el control remoto de un televisor: con él nosotros establecemos el curso de los hechos, a nuestra discrecionalidad, en nuestro tiempo. Esta PAUSA permite que seamos dueños de nuestro devenir y no títeres de las circunstancias y de los demás.

Ante el enojo ajeno o propio: PAUSA.
Ante la provocación: PAUSA.
Ante la afrenta o el insulto: PAUSA.
Ante la agresión: PAUSA.

La PAUSA es una forma de manejar el Tiempo y éste debe ser siempre un aliado, no un perjuicio adicional. Los conflictos son como un rio brioso, una torrentera, y al tratar de cruzarlos en medio de su ímpetu violento sólo conseguiremos ser arrastrados por la corriente. Imaginemos, por otra parte, que tenemos el poder de detener las aguas y vadearlas con tranquilidad, absolutamente seguros: eso se consigue con la PAUSA.

Después de la PAUSA, cuando la razón tome control de las circunstancias, se evaluará la respuesta. Y cualquiera que fuese, ésta ya nace con una ventaja inigualable, porque parte desde una posición de victoria dado que ejercitar y sostener la PAUSA ya es un triunfo que pocos conocen.

DATOS DEL AUTOR.-
Carlos Eduardo Nava Condarco, natural de Bolivia, reside en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, tiene 45 años, es Administrador de Empresas y Empresario. Actualmente Socio Gerente de la empresa CHAINS SRL, administradora de la cadena de restaurantes de Taxi Subs, Pizza Uno, Chifa Box, Clock´s, Buenos Aires Grill, Family Center y Big Ben.
Es autor de los libros “El Strategos y la guerra en el mundo de los negocios” y “Los Problemas y Yo: historia de una amistad”
Email: [email protected]

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